Nuestro sistema de elegir a nuestros gobernantes es, en mi opinión, el mejor que se ha concebido. Como todo lo creado por el hombre es imperfecto, perfecto solo Dios.
La democracia representativa tiene entre sus imperfecciones el que no siempre se elige a la persona idónea. Otro mal es que los candidatos,al procurar el favor de los electores,no enfatizan en su moral, integridad y sabiduría y sí en promesas, muchas de ellas estériles, pero que gozan del favor del elector. Lo anterior tiene la desventaja que se elige no por la capacidad y sí por la habilidad de hacer promesas. El candidato ya no habla de ideales, valores y principios y sí de promesas de cemento, brea y salarios. No siempre es el mejor el que gana una elección.
Cuando se es alcalde o legislador se vive rodeado de aduladores, cuando se pierde la elección los aduladores se mudan de casa y solo fantasmas y quizás la abnegada esposa y los fieles hijos quedan al lado del ex.
En mi pueblo, Aguadilla, tuvimos un alcalde, que no estuvo libre de controversias, que hizo mucho, en poco tiempo, por nuestro pueblo. El Parque Acuático Las Cascadas y el Estadio Luis A. “Canena” Márquez fueron algunas de sus obras. Me refiero al alcalde Alfredo González Pérez (PPD). En su esplendor le seguían multitudes, hoy yace en una cama con su leal esposa de compañía.
Fui a verlo y un grave dolor embargó mi alma, mi espíritu. No vi a los aduladores de su época de esplendor, tampoco vi el testimonio de agradecimiento, de una simple visita, de los miles que él ayudó. La soledad es triste. El olvido es cruel. No solo yacen olvidados los muertos en su tumba y si que también el que perdió el poder de dar.
Su único consuelo es que le sirvió al que le necesitó. El arrepentimiento de sus posibles faltas, y lo mucho que hizo por el que tocó sus puertas en busca de ayuda, de auxilio, le dará no el agradecimiento de los humanos y sí la bendición de su creador.
Si es triste la soledad de los muertos, más triste es la soledad del que un día ayudó a su pueblo.
Escrito por La Palabra