El sábado 16 de abril se cumplieron 156 años del nacimiento, en Aguadilla, de José de Diego y Martínez, (16 de abril de 1866).

Poeta, orador, periodista, ensayista, abogado, presidente de la Cámara de Representantes, promotor de la Unión Antillana, presidente del Ateneo de Puerto Rico, defensor del idioma español y de la independencia para Puerto Rico.

De su pueblo natal, el Caballero de la Raza dijo:

¡porque en mi pueblo, hasta las piedras cantan!

El pan de Dios lo tiene todo el mundo…

¡pero, el agua de Dios solo Aguadilla!

José de Diego es uno de los grandes patricios puertorriqueños, para mi el más grande.

Lamentablemente, y con mucho dolor, tengo que decir que en su “ciudad del cielo” su natalicio pasó desapercibido. Solo una actividad que todos los años organiza Rafael Boglio y el Partido Independentista, en el Parterre de Aguadilla, evitó el silencio total de su nombre. En esta actividad participaron unas 50 personas, el resto de la población se privó de oír un bello y aleccionador discurso del Lcdo. Roberto Cardona Ubiñas.

Al igual que señalé en años anteriores, el Alcalde de Aguadilla tiene el deber de auspiciar la celebración del natalicio de nuestros hombres y mujeres ilustres que tanto hicieron por nuestro pueblo. Tiene que tomar el ejemplo de Mayagüez con Eugenio María de Hostos, Cabo Rojo con Ramón Emeterio Betances, Barranquitas con Luis Muñoz Rivera, Guaynabo con Román Baldorioty de Castro, Bayamón con José Celso Barbosa y otros alcaldes que conmemoran el natalicio de sus hijas e hijos distinguidos.

Aguadilla, la cuna de José de Diego, Rafael Hernández, María Bibiana Benítez, José de Jesús Esteves, José Agustín Aponte, Carmen Gómez Tejera, Plácido Acevedo y tantos otros, que puedo asegurar no hay pueblo en Puerto Rico  en el cual tantos hombres y mujeres célebres vieron la luz por vez primera.

Es una vergüenza la dejadez, el abandono negligente, de las autoridades municipales de conmemorar el natalicio de aguadillanos que tanto prestigio le dieron a nuestra Villa del Ojo de Agua.

Escrito por La Palabra