Rosario González Valentín era madre por excelencia y maestra por vocación. Perdí su presencia física hace unos 18 años, su presencia espiritual sigue conmigo. Era ella quien le daba sentido a la palabra familia. Aglutinaba en el hogar, o en el salón de clases, una diversidad de pensamientos, ideas e intereses que era admirable. Con su bondad y su silencio creaba un ambiente de unidad y paz. Era una bendición sobre natural que solo seres privilegiados tienen y transmiten. Su presencia impregnaba respeto y devoción.

El segundo domingo de mayo se conmemora, en un gran número de países, el Día de las Madres que, aparte del propósito comercial, nos acuerda que hay, al menos, un día para recordar y agradecer a un ser que por amor nos dio vida.

La prensa dominical resaltó el Día de las Madres, lamentablemente, señaló también crímenes, terrorismo, corrupción, garatas políticas y no podía faltar la dichosa Junta de Supervisión Fiscal.
Un día de paz, de comunión, de unidad familiar sería saludable para nuestro pueblo, por ello propongo y doy el ejemplo, hoy no escribiré de política, de la economía, de la crisis que nos consume, hoy solo recuerdo a mi madre y esto me hace feliz.

Escrito por La Palabra