Un nutrido grupo de personas protestaban reclamando su “derecho” a no usar mascarillas y a no vacunarse. O sea su derecho a contaminarse y contaminar a otros. Su derecho a estar hospitalizado y que otros tengan que hospitalizarse. Su derecho a morir y que otros mueran.

Sus argumentos iban de lo absurdo a lo ridículo. Que ellos podían hacer con su vida lo que quisieran, que no se ha probado que la vacuna es 100% efectiva, que con la vacuna el estado implantaba un dispositivo para saber dónde usted se encuentra.

Uno puede hacer con su vida lo que quiera, siempre y cuando ello no afecte a otros. Nadie ha dicho que la vacuna es 100 % efectiva, de hecho no existe vacuna que sea 100% efectiva. De las qué hay contra el COVID siempre se ha dicho que son de un 90 a un 95 % efectiva. Y los que dicen que el estado le va a implantar un dispositivo para saber dónde se encuentran a estos les pregunto, ¿para que el estado quiere saber lo que ya sabe? y les aconsejo, dejen de ver tantas películas de ciencia ficción.

Si contagias a tus abuelos, a tus padres o a tus hijos por no querer vacunarte, ni usar mascarillas el estado te debería procesar criminalmente.

Yo no creo en tomar medidas para volver al encerramiento forzoso pero sí creo en proteger el derecho de los abuelos, los padres, los hijos y los nietos que quieren seguir viviendo. Hay una diferencia inmensa entre libertad y libertinaje. En fin todo se resume a ser responsable.

“Amarás a tú prójimo como a ti mismo”. No entiendo porque este mandamiento es tan difícil de entender.

Escrito por La Palabra