Esta mañana veía en la televisión el sermón del pastor Joel Osteen y dijo algo muy sabio, “ un barco no se hunde por toda el agua del mar, solo se hunde por la que le entra”.

Al llevar ese principio a nosotros dijo” nosotros no nos dañamos por el mal qué hay en el mundo, nos dañamos por el mal qué permitimos que entre en nosotros”. Luego Osteen llevó el principio al problema actual de la epidemia y dijo “ a nosotros no nos infecta el virus que pueda haber en la ciudad, nos infecta el virus que permitimos que entre en nosotros”. Todo lo anterior es muy cierto. El barco se hunde por el agua que le entra, no por el agua del ancho mar. A mi no me daña el mal que pueda imperar en la comunidad en que vivo, a mi me daña el mal que permito llegue a mi. A mi no me infecta el virus que pueda haber en mi ciudad, a mi me infecta el virus que yo, por mi negligencia, permito que entre en mi.

Una niña le decía a su anciana abuela que ya no podía aguantar estar encerrada en la casa, que se estaba volviendo loca por las dos semanas de encerramiento. La anciana, que era una judía de Polonia, le contestó, “ Cuando los Nazis llegaron a mi país yo estuve encerrada en un pequeño sótano por tres años y tenía tú edad, la fe en mi Dios me mantuvo, ¿ Cuan grande es tú fe?

Solo la fe en Dios y la responsabilidad, el amor, para con nosotros mismos es lo que necesitamos para superar esta crisis. Esta receta es infalible. Sean dos semanas, sean dos meses, si nuestra fe es mayor y nuestra responsabilidad es mayor, conjuraremos esta epidemia que hoy, como una vez fueron los Nazis, amenaza nuestras vidas.

Escrito por La Palabra