Hoy la muerte nos hizo una visita. Esa extraña realidad que todos conocemos, ninguno queremos y todos sabemos que un día tocará nuestra puerta.

Hoy, con tantos adelantos científicos y en un mundo tan acelerado podemos con un absoluto grado de certeza decir, todo tiene remedio menos la muerte.

El dolor inevitable arropa la familia, la firme convicción cristiana en un mejor mundo que es el amparo que nos garantiza nuestro Dios, a los que en Él creemos y le somos fiel, es el bálsamo que nos alivia.

La ausencia impera. El egoísmo humano de querer retener la presencia del ser amado entra en riña irreconciliable con las promesas divinas. Solo la Fe  puede darnos la paz de aceptar el misterio de la muerte.

Entender la perfección de la voluntad de Dios es algo imposible por nuestra condición de humanos imperfectos. Pero cuando en retrospección recordamos que cumplimos nuestra obligación para con nuestros mayores, seres queridos, el dolor y la ausencia va diluyéndose, comenzamos a celebrar su vida y dejamos de llorar su muerte.

La muerte no es el fin, es la transición que nos lleva a la cristalización de nuestra Fe cristiana.

Escrito por La Palabra